Se estima que existen más de 2,3 millones de hectáreas de alcornocal.
Cerca de 716 mil hectáreas se encuentran en Portugal, lo que equivale al 22,5 % del área forestal nacional. La mitad de la producción mundial de corcho es portuguesa. El resto se encuentra en España, Italia, Francia, Marruecos, Túnez y Argelia.
Además de constituir un ecosistema natural único en el mundo, el alcornocal viabiliza un conjunto de actividades agronómicas, forestales, silvopastoriles, cinegéticas y económicas: recogida de plantas medicinales y setas, producción de miel y cera, producción de carbón, caza, ganadería, observación de aves, turismo y paseos ecuestres. También da origen a la creación productos alimentarios autóctonos certificados por la Unión Europea.
En los siete países mediterráneos productores de corcho, más de 100 mil personas dependen directa o indirectamente de la economía que crea el alcornocal.
Gracias a las propiedades térmicas y a la débil combustión del corcho, los alcornoques son más resistentes al fuego que otros árboles. La lenta combustión del corcho es un retardador natural del fuego, formando una barrera contra los incendios. Su combustión no libera humo ni gases tóxicos.