La increíble historia de superación y resistencia de los sumilleres zimbabuenses
En un país donde la gente no bebe vino, parece muy improbable que pueda nacer una constelación de sumilleres de primera fila dispuestos a conquistar el mundo con su talento y sensibilidad. Pero lo improbable no es imposible, y eso es lo que les ocurrió a Joseph Dhafana, Marlvin Gwese, Pardon Taguzu y Tinashe Nyamudoka, cuatro refugiados zimbabuenses que, tras abrirse camino en el mundo de la restauración en Sudáfrica, se convirtieron en reputados sumilleres, protagonizando una de las historias más inspiradoras del mundo del vino (y más allá).
En febrero, tres de los cuatro magníficos "Zimbabwe somms" viajaron a Portugal para conocer Corticeira Amorim y asistir a la 20ª edición de la Essência do Vinho. Se sumergieron en el mundo del corcho, cataron vinos portugueses, recorrieron Oporto y conocieron las maravillas del valle vinícola del Duero. Y nos dejaron una increíble historia de esperanza, determinación y superación, que conmueve e inspira a cualquiera que la escuche.
Siete minutos pueden parecer poco tiempo o una eternidad, según las circunstancias. Siete minutos es todo el tiempo que los mejores sumilleres del mundo, reunidos en el Campeonato Mundial de Cata a Ciegas -una especie de Olimpiadas de la cata de vinos- tuvieron para analizar cada vino que se les dió a probar, e identificar su origen, variedad de uva, región e incluso su productor. Al equipo de Zimbabue, que debutó en esta célebre cata a ciegas en 2017, le bastaron siete minutos para demostrar, vino tras vino, que la vida es lo que hacemos de ella.
La historia de Joseph Dhafana, Marlvin Gwese, Pardon Taguzu y Tinashe Nyamudoka, cuatro refugiados zimbabuenses que llegaron a Sudáfrica en busca de una vida más digna, ha conmovido al mundo. En poco más de una década se han labrado una carrera prodigiosa en el mundo del vino, como sumilleres y ahora también como productores, una historia increíble, sobre todo si se tiene en cuenta que empezaron de cero. En su país de origen, el vino era la excepción: "Si nos fijamos en Zimbabue en general, es una nación de bebedores de cerveza, y el vino no se consumía ni en la comida ni en la cena. Sólo ahora está creciendo, pero en aquella época no era accesible en ningún sitio. Así que no creo que me viera en esta situación en absoluto. Cuando me trasladé a Sudáfrica, el vino estaba disponible en todas partes, pero el mundo de los sumilleres estaba empezando a crecer", recuerda Marlvin Gwese.
A principios de la década de 2000, la situación en Zimbabue era complicada, con la economía desmoronándose, lo que obligó a mucha gente a abandonar el país. En la vecina Sudáfrica, la industria vinícola, junto con el sector de la restauración, era la única que aceptaba extranjeros, como explica Pardon. "Era la única oportunidad y teníamos que aprovecharla".
Eso es lo que hicieron los cuatro futuros sumilleres. Y lo hicieron todo. En algunos de los mejores restaurantes de Ciudad del Cabo, empezaron como food runners (una especie de "mayordomos" que llevan la comida al comedor, pero no tienen contacto con el cliente), se convirtieron en camareros, trabajaron como bartenders y, finalmente, como sumilleres. Llegaron en épocas distintas, con historias diferentes, a pesar de su origen común, y no se conocían entre sí, pero acabaron cruzándose en un entorno que no dejaba de ser pequeño y conservador, donde, casi todos ellos, sin saberlo, actuaron como pioneros, allanando el camino a una nueva generación de sumilleres.