Del bosque a la botella, el corcho emprende un viaje fascinante en el que la armonía entre el ser humano, la naturaleza y la tecnología se entrelazan sinérgicamente. El descorche, realizado por trabajadores altamente cualificados que transmiten sus conocimientos de generación en generación, es sólo el primer paso de un proceso extraordinario en el que nada se desperdicia.
El corcho se cosecha cada nueve años, entre los meses de mayo y agosto, cuando el árbol está en su fase más activa de crecimiento. Es importante destacar que durante este proceso no se tala ningún árbol; el corcho se extrae de forma sostenible y cuidadosa, sin dañar el árbol. Con una precisión milimétrica, el procedimiento consiste en una incisión vertical, seguida de otra horizontal en el tronco, que permite extraer cuidadosamente la plancha de corcho. El alcornoque es la única especie cuya corteza se regenera de forma natural después de cada descortezado, volviendo a crecer por completo y adquiriendo una textura más lisa.
Para el alcornoque, cada final representa un nuevo comienzo, simbolizando un ciclo de renovación y sostenibilidad.
"Es este poderoso y majestuoso Quercus suber el que, además de resultar tan espectacular, nos da los mejores tapones para conservar en las condiciones ideales el trabajo de los productores de vino".
Un alcornoque tiene una esperanza de vida media de 200 años. Tras un periodo de 25 años, el árbol puede ser descorchado por primera vez, aunque este corcho inicial, conocido como «virgen», no tiene la calidad deseada. Posteriormente, es necesario esperar otros 9 años para que se complete el ciclo. En el tronco se pinta un número, del 0 al 9, que indica el año en que se cosechó el corcho. El ciclo del corcho es a la vez rítmico y misterioso. Sólo después de la tercera saca -es decir, aproximadamente 43 años después de la plantación del árbol- el corcho alcanza las condiciones ideales para la producción de tapones de corcho natural.
Desde la plancha de corcho hasta el producto final, el corcho pasa por una serie de etapas cuidadosamente diferenciadas, dependiendo del tipo de tapón al que se destine. Sin embargo, en términos de cuidados preventivos y curativos, todas las planchas de corcho reciben el mismo tratamiento meticuloso.
La producción de un tapón de corcho es un proceso fascinante, en el que la artesanía es tan crucial como la tecnología más avanzada disponible. A pesar de toda la evolución del proceso industrial, los tapones de corcho siguen siendo el resultado de una notable colaboración entre seres humanos y máquinas, una alianza que ha durado siglos.
"El vino y el corcho son productos que emergen de la naturaleza y de la historia de la humanidad. Llevan siglos unidos, y se tardará todavía muchos años en alcanzar su máxima expresión".
El corcho sale de la dehesa en camiones con destino al almacén en el que se estabilizará durante un mínimo de seis meses, hasta alcanzar una humedad uniforme. Cada remesa se etiqueta y registra para que sea posible conocer el origen de cada lote individual. La trazabilidad es muy importante para obtener la certificación del Forest Stewardship Council (FSC). Las planchas se apilan sobre estructuras de acero inoxidable en grandes superficies cementadas construidas en un plano ligeramente inclinado, para evitar la contaminación microbiana y maximizar la circulación del aire.
Tras el periodo de reposo, las planchas son clasificadas por manos expertas que seleccionan las más gruesas formadas por un corcho de gran calidad que se puede transformar en tapones naturales de una sola pieza. Las planchas más delgadas se transforman en discos para los tapones técnicos.
El siguiente paso es la cocción. Las planchas se cuecen en tanques de acero inoxidable cerrados y equipados con filtros. El objetivo es eliminar los sólidos orgánicos alojados en los poros, y permitir que el corcho alcance la humedad correcta para ser procesado. El sistema especial implementado por Amorim, denominado CONVEX®, también captura y elimina los compuestos orgánicos volátiles del agua de cocción. Cada lote se cuece durante una hora en un tanque de tratamiento de alta tecnología. Al salir, las planchas han aumentado casi un 20 % su volumen, y son más regulares y fáciles de manipular.
Tras la cocción, las planchas están demasiado húmedas para ser procesadas, por lo que deben reposar apiladas y estabilizadas en una zona estéril y con buena ventilación. Dos días después, están listas para ser procesadas.
Se preparan los extremos alisando los cantos. Las planchas se clasifican por categorías en función de su aspecto, grosor y porosidad. Solo las de buena calidad serán destinadas a la fabricación de tapones. Las que presentan defectos se trituran para hacer otros productos de corcho.
Las planchas destinadas a la fabricación de tapones de gama alta o naturales se cortan en tiras y se perforan con una broca que forma tapones cilíndricos. Este es un proceso automático o semiautomático.
Los tapones se separan mecánicamente y se fotografían con sofisticados ordenadores para clasificarlos de acuerdo con su aspecto. Los que son rechazados se utilizan para la fabricación de los gránulos de corcho que se usan en los tapones técnicos.
Se analiza por cromatografía gaseosa una muestra estadísticamente significativa de cada lote. Este sofisticado proceso permite detectar componentes no deseados, como los precursores de TCA.
Los lotes se tratan con ROSA Evolution®, un sistema patentado por Amorim. Se analiza cada lote de tapones. Cuando un lote presenta el más mínimo porcentaje de TCA, se devuelve inmediatamente a su fuente original.
Con independencia de los resultados de los análisis, todos los tapones de los lotes de calidad superior se someten a un proceso de destilación por vapor.
Los tapones naturales se pulen para conseguir un acabado limpio y suave. A continuación, se lavan, secan y estabilizan. Todos estos procesos tienen como objetivo minimizar las posibilidades de contaminación microbiana.
Los tapones están listos para el toque final. Una vez se ha confirmado que cumplen con las especificaciones del cliente, se marcan a fuego o con una tinta autorizada por la Food and Drug Administration (FDA) y se envuelven en una fina película de parafina o silicona para facilitar su introducción y extracción de la botella.
Finalmente, los lotes se embalan, y los embalajes se sellan. Los tapones de corcho están listos para salir al encuentro de los mejores vinos del mundo.